Esta mañana llegué a clase muerta pero viva teniendo en cuenta la velocidad con la cual había maltratado a mi pobre bicicleta (gracias Nonchan!). Por supuesto me he perdido aunque La Señora de Los Gatos me había dibujado un mapa muy preciso, pero como Kyoto es básicamente un cubo dividido en infinitos cubos pequeños, todo resulta igual: millones de callejones perpendiculares. Sin embargo logré llegar a mi destino con la amable ayuda de los obreros muy emocionados por la posibilidad de hablar con un gaijin. Todos aquellos señores japoneses han dejado su trabajo para informarme. Me siento culpable... Por Dios, no serán acusados de sabotaje frente a la empresa...(?)
La clase resultó muy divertida dado que estábamos yo, la profesora y otro alumno –un kazako nacido en China que no hablaba en japonés demasiado, pero que se comunicaba con la profesora de maravilla a través de kanji (la escritura japonesa que tiene su origen en China) mientras que yo obviamente no tengo idea ella...-. De todas formas, el kazako fue muy amable y he aprendido cosas muy curiosas sobre su país. Otros compañeros de clase eran principalmente de China e Indonesia. Los profesores son voluntarios y cualquiera que quiera aprender japonés puede participar por 50 yenes una hora y media, un precio simbólico por excelencia. Además de los aficionados a la lengua japonesa, un sitio muy interesante para saber algo más sobre la vida cultural de Kyoto, conocer gente de todo el mundo, poner un anuncio en un tablero (no es moco de pavo en Japón, eh!), buscar piso en alquiler, conocer un poco mejor algunos aspectos de la cultura tales como caligrafía, origami, ikebana (gratis). También se puede participar en la clase de la ceremonia de té (sodo), unos 1000 yenes, o yoga por un módico precio de 200 yenes por hora. Casi todas las clases culturales se imparten dos veces al mes.
Toda la información en inglés la tenéis aquí.
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