Salen al atardecer. Pelo rubio, rosa o naranja, ropa de colores llamativos, cara oscura con un maquillaje elaborado y ostentoso. Ellas son las yamanbas, unas criaturas nocturnas que pueblan las calles de Tokio. Media cara maquillada, las yamanbas están buscando un sitio tranquilo para llevar a cabo sus ritos diarios. Pero hoy no es su día de suerte. Nadie quiere darles cobijo para que puedan dar el toque final a su elaborado ser. Acurrucadas se colocan en un rincón de Harajuku. Me estoy acercando aterrorizada pero fascinada. "2000 yenes por la foto", me dice en un tono agresivo y chillón. Intento regatear, entablar una conversación con el ejemplar masculino, sin embargo la yamanba absorta por el reflejo de su cara en un enorme espejo que probablemente siempre lleva consigo, se cierra en su mundo, ajeno para un ser tan ordinario e insignificante como el pequeño hipoctopus...

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