2007-12-22

Cómo comer barato y rico en Japón

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Todos creen que Japón es un país extremadamente caro. Después de tres meses en suelo nipón el pequeño hipoctopus ha descubierto que hay un sinfín de pequeños restaurantes tipo fast-food a la japonesa donde los platos son realmente sabrosos y oscilan entre unos 400–700 yenes por uno sólo o combinado, respectivamente. Los más famosos establecimientos de este tipo se llaman Yoshinoya y Sukiya. El sistema es muy fácil: en algunos hay máquinas vendedoras con fotos de cada plato. Basta con insertar el dinero y apretar el botón adecuado. Luego, el trabajador recoge el ticket y la comida viene con una velocidad inesperada. Yoshinoya está abierta 24h, por lo cual a menudo los fines de semana se pueden ver allí a los jóvenes tomando un bocado entre un bar y otro. Durante la primera visita en Japón el año pasado, el pequeño hipoctopus, que todavía era un típico gaijin ingenuo, dada la barrera lingüística, sólo iba a los sitios que ofrecían una gran variedad de platos de plástico en el escaparate... Así bastaba con señalar el plato adecuado y ya está. Sin embargo, este sistema, aunque eficaz, no siempre resultaba el más propicio para el bolsillo, de modo que el descubrimiento de Yoshinoya, Suki ya o kanten sushi fue una verdadera bendición. Así que adelante los intrépidos aventureros por el País del Sol Naciente, Yoshinoya os está esperando :-)!


En sukiya en Sanjo, Kioto
Un set típico en Suki ya

Además, en Japón hay muchísimos restaurantes diminutos de udon, sushi, soba, etc., escondidos detrás de una cortina que anuncia la especialidad del lugar... Si no sabéis leer en japones, no pasa nada. No tengáis miedo, vale la pena entrar y preguntar, porque los dueños son siempre amables, sobre todo al ver a un extranjero que muestra interés en probar su comida.

Sobrevolando los bosques de bambú -casa de ninjas

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Hoy el pequeño hipoctopus ha recordado una visita muy interesante con Seira y su amigo en casa de los ninjas en Shiga ken, a unas 2 horas en coche desde Kioto. Al llegar vimos una típica casa japonesa de manera que por fuera no parecía nada extraordinario, sin embargo dentro...

Ninjas' house, casa de las ninjas, Shiga ken, Japan

Otra vez el pequeño hipoctopus se quedó pasmado por la simpleza y eficacia del ingenio de la nación japonesa desde hace tantos siglos atrás. Intentó apoyarse sobre la pared y ¡o sorpresa! ¡La pared se ha movido! Intentó abrir una puerta corrediza pero a pesar de parecer ser de papel la puerta era tan pesada que apenas se movía... Intentó volver por una ventana que tan sólo se abría por dentro... En una palabra, la casa de las ninjas es una caja de sorpresas no sólo para el pequeño hipoctopus sino para cualquiera que haya intentado irrumpir en ella sin haber sido invitado... La mayor sorpresa fue un pozo con un túnel subterráneo que unía la casa con otra por donde podían escapar los ninjas en caso de un ataque inesperado.

Ninjas' house, casa de ninjas, Shigaken, Japan

El pequeño hipoctopus, un tanto grande para probar todos los escondites, no perdió la oportunidad de probar el tiro de shuriken, un arma mortal en forma de afilada estrella (a veces con las puntas envenenadas); lanzados varios al mismo tiempo el resultado era infalible.

Ninjas' house, casa de ninjas, Shigaken, Japan

Ninjas' house, casa de las ninjas, Shiga ken, Japan

Pese a intentarlo con empeño, los pequeños ninjas azules y rosas han superado al pequeño hipoctopus con creces....

Ninjas' house, casa de las ninjas, Shiga ken, Japan

Ninjas' house, casa de las ninjas, Shiga ken, Japan

Matsuyama, un onsen de la época Meiji

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Uno de los últimos sitios visitados en la isla de Shikoku antes de embarcar en el ferry hacia Kyushu, fue la ciudad de Matsuyama con el famoso Dogo onsen, que recuerda con sus baldosas azules y las exuberantes figuras de piedra los tiempos de la época Meiji, hace más de cien años. Cerca del onsen el pequeño hipoctopus vio algo un tanto raro: una señora mayor sentada al borde de una fuente de agua caliente en medio de una plaza mojando alegremente sus pies disfrutando de uno de los varios ashi-yu, baños de pies, y de una animada conversación con los desconocidos que seguían su ejemplo.

Junto a la fuente hay otra curiosidad: el reloj Botchan Karakuri que tiene figuras que, cada hora de 8.00 a 22.00 representan una escena de la novela Botchan, de Natsume Soseki. Tengo que averiguar algo más sobre este libro porque el título no me dice mucho...

La isla de Shikoku
Dogo onsen

La isla de Shikoku
Dogo onsen

La isla de Shikoku
Ashi-yu al aire libre

La isla de Shikoku
El famoso reloj antes de abrirse

La isla de Shikoku
Después...

Kyushu, entre los volcanes y el mar

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Dejando atrás la isla de Shikoku el ferry sale hacia la noche estrellada y los montes de Kyushu. Las oscuras cimas alumbradas por el sol poniente guían majestuosamente a los barcos que cruzan el Mar de Suo entre Yawatahama y Beppu. El viento y el aire frío en la cubierta apenas dejan respirar y por poco no se llevan los gorros y los guantes... La cubierta está vacía, todos los japoneses están sentados cómodamente el el calor de la pequeña sala-restaurante y tan sólo el pequeño hipoctopus, obstinado, intenta capturar en la cámara la belleza del paisaje marítimo. Finalmente el viento y el frío vencen... Sin embargo, las tres cervezas Sapporo le devuelven la vida y el buen humor durante las 2 horas del trayecto entre Shikoku y Kyushu.


La isla de Shikoku

La isla de Shikoku

La isla de Shikoku

La isla de Shikoku

2007-12-21

Business is business, la iluminación en Arashiyama

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Hace una semana el pequeño hipoctopus fue invitado a cenar por uno de sus personajes favoritos en Kioto: una japonesa fuerte, independiente, feminista, que vive una vida interesante y fructífera. Es una deliciosa compañía y fuente inagotable de sabiduría sobre Japón y la vida misma. Antes de comer dimos una vuelta por Arashiyama, un barrio de Kioto, un poco alejado del centro, a la orilla del río Katsura, lleno de templos y bosques con preciosos colores otoñales. Arashiyama se convierte en el sitio de peregrinaje para muchos habitantes de Kioto cuando las hojas de arce empiezan a enrojecer. Es una zona llena de tiendas de dulces, té, souvenirs, restaurantes y un excelente paseo durante los fines de semana. Es cuando los japoneses se dedican a la contemplación de los momiji intentando captar en el objetivo de sus cámaras las vistas más atractivas... Sin embargo, la época de momiji es muy corta, así que los ingeniosos comerciantes de la zona han tenido una maravillosa idea para atraer a los clientes incluso después de que las hojas de arce se vuelvan de un marrón poco atractivo. Durante una semana en diciembre, toda la zona de Arashiyama, con su río y los infinitos bosques de bambú, está iluminada con colores irreales atrayendo otra vez hordas de japoneses armados con una artillería muy pesada: teleobjetivos de cualquier tamaño, enormes trípodes, cámaras de vídeo... en su eterna búsqueda de la belleza. ¡Esta vez la multitud es enorme! Centenares de personas recorren los bosques de bambú que parecen todo menos de este mundo. La luz blanca, amarilla y violeta crean unos paisajes invernales, incluso poco terrenales, ardientes en las llamas de luz amarilla y naranja... No cabe duda de que los japoneses forman una de las naciones más creativas del planeta. Business is business!

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

Light-up, Arashiyama, Kyoto

2007-12-20

Uchiko, la tierra de la mandarina

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Uchiko es un pueblecito chiquitín escondido entre los árboles de mandarina. El clima es tan suave que incluso en invierno los árboles están llenos de fruta. El sabor es delicioso: dulce, jugoso y hace pensar en los días soleados de verano. Las dos calles principales de Uchiko han conservado sus casa de madera muy antiguas, muchas de ellas abiertas para los curiosos visitantes. Por supuesto, el pequeño hipoctopus no pudo perder esta maravillosa oportunidad (además gratis) e intentó visitarlas todas imaginándose la vida de sus dueños hace decenas de años. Entre las casas se esconde un verdadero tesoro: unas tiendas y talleres, por ejemplo de sake, donde todo se fabrica manualmente, con la maquinaria que sin duda recuerda los tiempos de los bisabuelos de los habitantes del pueblo. Siendo la tierra de la mandarina, cómo no, en Uchiko se venden mandarinas y varios productos de la tierra. Se venden... solos... Es otro ejemplo de la extrema honradez japonesa. No hay vendedores, la verdad es que por la calle no hay ni una sola alma... Tan sólo basta con insertar la cantidad adecuada en una cesta destinada a este efecto y llevarse el producto. ¿Se quedarían los pobres campesinos de nuestros países en bancarrota con este sistema tan ingenuo?

La isla de Shikoku
Una tienda de regalos

La isla de Shikoku
¿Cómo resistir esta sonrisa?

La isla de Shikoku
Una tienda muy antigua

La isla de Shikoku
La cesta para dejar el dinero al hacer la compra

La isla de Shikoku
¿Un poco de té?

La isla de Shikoku
Calle antigua

La isla de Shikoku
Vista desde una de las casas de la calle principal

La isla de Shikoku
Irashaimaaaaase!¡Bienvenidos!

Katsura-hama, el beso del Pacífico

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¡Por fin el Pacífico! La playa de Katsura-hama en la prefectura de Kochi está bañada por el sol matutino resaltando la esbelta figura del elegante torii que culmina las rocas al otro lado de la pequeña bahía... El silencio total es roto tan sólo por los pájaros que compiten alegremente con un pescador escondido entre las rocas... En invierno la playa está casi vacía, pero de las únicas personas que pasean por allí no hay ninguna que no este comiendo un helado. ¿Será una costumbre local o los helados de Kastura-hama tienen una fama que nosotros ignoramos?....

La isla de Shikoku

La isla de Shikoku

La isla de Shikoku

Valle de Iya unido por los puentes de lianas

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El pintoresco valle de Iya se encuentra en el oeste de la prefectura de Tokushima y es uno de los lugares más escondidos de Japón; seguramente muchos de sus habitantes nunca han intercambiado ni una palabra con un gaijin. La carretera desde Tokushima serpentea a lo largo de los verdes campos de arroz, casas tradicionales, cruzando los puentes y los lechos de los ríos todavía en su estado natural. El destino de nuestro viaje es el puente colgante de lianas -Oku Iya Kazura -bashi en Higashi Iya. La iluminación nocturna sólo trae a la mente la imagen perfecta del País de Nunca-Jamás de Peter Pan... Tan sólo faltan las diminutas hadas molestando alegremente a los viajeros.

Hacen falta por los menos dos días para visitar el valle y todo lo que puede ofrecer: las gargantas de Oboke y Koboke, los pequeños pueblos con casas tradicionales con los mismos nombres, la subida al Tsurugi san o bajada por el río en una piragua. Los que de verdad quieren conocer la vida del antiguo Japón y estar más cerca de la naturaleza y el Japón rural pueden juntarse al proyecto Chiiori empezado por Alex Kerr, el autor del libro Lost Japan, en los años setenta.

La isla de Shikoku

La isla de Shikoku
El puente Kazura

Shikoku, la tierra de udon y ríos salvajes

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Shikoku, una de las cuatro islas que forman Japón, es quizás junto con Hokkaido la menos visitada por los extranjeros. Sin duda, Tokio con su bulliciosa vida nocturna, Kansai con Kioto, Nara y Himeiji ofrecen mucha más diversión y cultura; al contrario que Shikoku, con sus 88 templos esparcidos por toda la isla, entre los cuales se deslizan silenciosamente los peregrinos andantes con sus grandes bastones y amplios, cónicos sombreros blancos.

Aún así, Shikoku merece una visita algo más larga para relajarse y conocer un Japón rural, hospitalario y tranquilo.

La mejor manera de alcanzar la isla es cruzando los puentes de Seto hasta Takamtsu y de Awajishima. Si se viaja en coche (siempre la mejor manera de visitar Shikoku) hay que pagar el peaje en ambos puentes, aunque este último es más barato.

Desafortunadamente, el pequeño hipoctopus tan sólo tuvo unos tres días para explorar la isla, de modo que su visita-relámpago le permitió ver poco más que cuatro sitios, pero por toda la isla: el Valle de Iya, Katsura-hama cerca de Kochi, Matsuyama con su famoso Dogo onsen, y el cercano parque nacional de Ishizuchi, el pintoresco pueblo de Uchiko, para finalmente embarcar en el ferry hasta Beppu, Kyushu, en Yawatahama.

La isla de Shikoku
En algún lugar en Shikoku

La isla de Shikoku, Japan
Tokushima

La isla de Shikoku
Japón rural

La isla de Shikoku
El valle de Iya

La isla de Shikoku
Otra vez en algún lugar en Shikoku

La isla de Shikoku
Entre Tokushima y Kochi

La isla de Shikoku

Rotemburo, entre el paraíso y el infierno que escupe azufre

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¿Qué es un rotemburo? Probablemente una de las mejores cosas que ha regalado la naturaleza al archipiélago japonés, reposado sobre una multitud de volcanes activos que tejen una red alrededor de todo el país. Al llegar a Beppu, la Meca de los rotemburo y los onsen, el pequeño hipoctopus vio una imagen un tanto curiosa: la ciudad estaba envuelta en una densa nube de vapor. “Pero ¿cuántas fábricas hay por aquí, en medio de los ríos y las colinas cubiertas de bosques??!!”, pensó... Sin embargo, fue rápidamente sacado de su ignorancia. A saber, el vapor salía de los centenares de rotemburos que pueblan la isla de Kyushu: los baños naturales de agua casi hirviendo que están unidos con aguas subterráneas procedentes de los volcanes. Los japoneses aprecian mucho este don de los cielos y cultivan su cultura de agua con pasión casi todos los días, sea onsen , sea rotemburo, o no sea un caluroso día de verano... Por la noche Beppu se vuelve un lugar un tanto infernal: las calles escupen el vapor, baja la temperatura y el aire huele ligeramente a azufre...

Yufuin, Kyushu
Yufuin, un pequeño pueblo cerca de Beppu con sus "chimeneas" de los onsen.

Muchos ryokan ofrecen alojamiento con rotemburos reservados mixtos o separados. La temperatura en la superficie del agua es casi de 90 grados, así que el pequeño octopus por poco se convirtió en pulpo a la gallega... El agua caliente sale de entre las piedras, pero para poder pasar algunos minutos sumergido hace falta dejar abierto el grifo de agua fría por lo menos una hora antes de usar el rotemburo. Aún así la única zona aguantable está cerca del grifo, y eso removiendo siempre la superficie del agua que se calienta enseguida. A pesar de esta temperatura infernal el rotemburo es un paraíso para relajar el cuerpo y la mente contemplando el estrellado cielo nippon.

un ryokan en Yufuin, Kyushu

un ryokan en Yufuin, Kyushu

un ryokan en Yufuin, Kyushu
Rotemburo en un ryokan en Yufuin, Kyushu. Por la mañana, el agua estaba tan caliente que era imposible estar más de unos segundos.

Sentou, la cultura del agua

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...the extraordinary number of natural hot springs and the ancient Japanese practice of bathing daily (without sexual discrimination) led to the early association of water and pleasure. Shinto, the native Japanese religion, advocates both scrupulous cleanliness as well as the lusty celebration of human fertility. (...) It was probably during the heyday of Japan's last great shogunte dynasty (1603-1868) that the term mizu shobai became a part of the daily vocabulary of the Japanese.This was a period that saw the rise of huge bathhouses in which the pleasures of the flesh were as much of an attraction as the hot water, a great network of roadside inns around the country that feaured hot baths and sexual release, and the expansion of geisha districts and courtesan quarters in every city in the country.


Japan unmasked, The Character & Culture of the Japanese
, Boyé Lafayette De Mente, Tuttle Publishing, Singapore, 2005

Sentou
se puede traducir como casa de baño, baño termal o simplemente spa. El agua siempre ha sido un factor inseparable de la realidad japonesa; no tan sólo proporcionaba relajación sino que también servía como fondo para reuniones comerciales, ya que es costumbre hablar sobre negocios en el ambiente relajado de los onsen o casas de té esparcidas por todo el país.

En Japón existen dos tipos de baños públicos: los onsen, los rotenburo (al aire libre en un entorno natural o casi natural) y los sentou, o casa de baño, habitualmente en el interior. Hoy os voy a hablar sobre el sentou de Funakoka, ya que hace poco, el pequeño octopus tuvo el placer de visitar uno por primera vez y se quedó pasmado. El sentou/onsen de Funakoka, fundado en 1923, escondido entre los callejones del norte de Kioto, parece una casa cualquiera por fuera. Tejado de madera, rodeada de magnífica vegetación de un pequeño jardín en el cual se esconden las fuentes de agua caliente.

Sentou

Al entrar, como es costumbre, nos quitamos los zapatos, pagamos la entrada (390 yenes, tiempo ilimitado, hasta cerrar) y los hombres y las mujeres se dirigen a sus partes respectivas del sentou. Es curioso que el lugar alterna todos los días para que todos puedan disfrutar la totalidad del sitio. Entonces el pequeño hipoctopus, algo ruborizado, se quita la ropa y entra en un mundo blanco y desconocido escondido detrás de una nube de vapor, entre las aguas cristalinas de las inmensas piscinas y bañeras de madera. Sentou es un espacio abierto, con duchas, ya que es obligatorio lavarse el cuerpo antes de acceder al baño común.

Tímido, el pequeño hipoctopus se dirige hasta una enorme bañera con jacuzzi, pero de repente se le abre otro universo: un pasillo hasta afuera, a unos pequeños estanques de piedra, uno con agua caliente, otro con fría que mana de lo alto de la boca de un dragón de piedra dormido entre los bambúes. El aire fresco de noche es una bendición después de sumergirse en los vapores del manantial. El estanque frío es un tanto traumático, sin embargo, es indispensable probar esta sensación de frío intercalada con el calor que deja una sensación refrescante, relajante tanto para el cuerpo como para la mente.

Sentou

Algunos japoneses van al sentou casi todos los días, incluso con niños muy pequeños y bastante regordetes; las abuelas charlan amistosamente y seguramente más de una amistad debió de haber nacido allí. En una palabra: sentou es una excelente manera para mantener cuerpo y espíritu en perfecta armonía. Estar en Japón sin visitar un onsen o un sentou es como ver Paris sin la Torre Eiffel.

El invierno ha llegado a Kioto: vaho por la mañana y pies congelados

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Tengo que admitir: la larga pausa en mis miserables esfuerzos epistolares se debe principalmente a dos cosas: el viaje a Shikoku y Kyushu,y al letargo provocado por una corta pero intensa hibernación por la cual el pequeño hipoctopus está pasando por estas tierras. Como todos ya saben, la casa en Muromachi es más antigüa que el Arca de Noé, de modo que la calefacción funciona con combustible que se compra en una gasolinera. ¿Dónde? De momento nadie lo sabe..., así que todos mis compañeros de casa están esperando quién se lanzará primero a la búsqueda de El Dorado petrolífero. Otra vez me tocará dormir en 4 capas de ropa, gorro y guantes...?? Probablemente. La pereza gana al frío en este caso :-) Pero el pequeño hipoctopus ha vuelto para contar otra vez sobre el país del pescado crudo y sake caliente (o sake caliente! sobre todo ahora...).