2007-11-24

Los japoneses también bailan salsa

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Todos los que conocen al pequeño hipoctopus saben que es un recién bautizado aficionado de los bailes latinos, sobre todo salsa. Antes de venir a Japón el pequeño hipoctopus miraba con temor la temible perspectiva de pasar tres meses sin mover los pies al ritmo de su baile favorito. Su sorpresa no tuvo limites cuando descubrió que los japoneses también bailan, y algunos muy bien incluso!!! A partir de aquel feliz día de fiesta con Noriko san, el pequeño hipoctopus visita cada viernes el bar de salsa El Coyote, cerca del puente de Sanjo, un pequeño enclave salsero en el corazón de Kioto. El último viernes fue especialmente fructífero ya que actuaba un grupo cubano en directo, improvisando totalmente con los tambores y otros instrumentos desconocidos. Los japoneses animados como nunca participaron activamente en el evento. ¿Y quién me dice ahora que los japoneses no pueden ser espontáneos o no saben bailar?

Después del concierto se le acercó al pequeño hipoctopus un señor cubano, mulato, alto, con una gorra de lana, zapatos de vaquero y pequeñas gafas en la punta de la nariz que había animado la fiesta. Se presentó como Victor Sagarra, uno de los fundadores del conocido grupo salsero cubano La Charanga Habanera. El pequeño hipoctopus, desconfiado, no se lo creyó, por supuesto, pensando que el amable señor le estaba tomando el pelo. ¡Cuál fue su sorpresa cuando comprobó en internet que efectivamente el señor decía la verdad... En fin, Japón está lleno de sorpresas....

Para todos los que quieran bailar en Kioto, recomiendo el bar El Coyote (las clases de salsa todos los viernes a las 21,30) y Café Rumbita, muy cerca del Coyote.

Alberto, el profesor del baile latino bailando en El Coyote



Uji, meca del té verde

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Un bonito día otoñal el pequeño hipoctopus decidió explorar con Seira los terrenos cercanos pero todavía desconocidos, como Uji, una pequeña cuidad al sur de Kioto, famosa por la calidad del té verde que produce y por el templo Byodoin con su Phoenix Hall, cuya imagen está grabada en la moneda de 10 yenes.

Los japoneses, siempre en la búsqueda de la perfección, recorren el país deleitándose con varios productos que suelen tener fama de ser los típicos y por tanto los mejores en distintas zonas de su geografía. Así, tenemos ramen en Fukuoka, udon en Shikoku, takoyaki en Osaka, y por supuesto, té verde en Uji. Un sinfín de pequeños negocios vende cualquier tipo de té verde donde algunos llegan a alcanzar el exorbitante precio de 10.000 yenes (unos 70 euros) por 135 gramos de la deliciosa bebida verde... Pero eso ya es para los verdaderos sibaritas, un colectivo del que el pequeño hipoctopus obviamente no forma parte... Mikel, ¿te lanzarías tú?

Los dulces de té verde o de soja, que habitualmente acompañan el momento de éxtasis de saborear la venerada bebida nipona abundan por todas partes, junto con los extraños artefactos para la ceremonia de té: jarras, cuencos, pinceles y otros objetos cuyos nombres desconozco... En los establecimientos tradicionales, bajo el rojo de momiji, se pueden degustar el té y los dulces acompañados del ambiente y la música del viejo Japón. No os sorprendáis con la cantidad de té servido: es justo una pulgada en un cuenco bastante grande... ¿Será para apreciar mejor el aroma? Mikel, ¿tú qué opinas?

Uji, meca del té verde

Uji, meca del té verde

Uji, meca del té verde
Un conjunto de utensilios indispensables para la ceremonia de té

Uji, meca del té verde
Dulces de té verde

Uji, meca del té verde
Una tienda de té típica

Uji, meca del té verde

Uji, meca del té verde
Pequeños cuchillos para cortar los dulces que hacen más dulce el amargo sabor del té verde

Uji, meca del té verde
Tienda junto con una pequeña cafetería tradicional

Uji, meca del té verde
Seira, devora momiji

Uji, meca del té verde
Phoenix Hall, construido en 1503

La cultura de la bicicleta

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Ver a una ama de casa con las compras y sus dos pequeños o un hombre de negocios con traje, corbata y un maletín montando en bici no es de extrañar. Tampoco es de sorprenderse que andar en bici por las calles de Kioto sea una aventura un tanto arriesgada, dado que muchos circulan en los estrechos laberintos de callejones escuchando música, hablando por el móvil, o simplemente encerrados en su propio mundo. Se agradece la santa paciencia de los conductores de coches que, sin duda, gracias a su previsibilidad, habrán salvado la vida de más de un desdichado ciclista.

Las calles están repletas de bicis, lo cual no significa que se pueden aparcar en cualquier sitio. Si un comportamiento tan subversivo fuera posible, ¿qué harían los amables señores policías? Probablemente se quedarían sin trabajo alguno, ya que la pequeña criminalidad en Japón es casi inexistente... Mientras tanto, los señores circulan tranquilamente por la ciudad poniendo avisos en la bicis que recuerdan que aquí no se puede aparcar. Muy amable por parte de los señores que no se lleven la bici. Si así fuera, ¿supondría eso la falta de fe en el sentido cívico de los ciudadanos japoneses que osarían volver a dejar la bici abandonada en un sitio no destinado a este fin? Impensable...

Por cierto, para los ciudadanos menos subversivos que el pequeño hipoctopus existen aparcamientos como éste...

Aparcamiento de las bicicletas

La cultura del fuego

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El templo se está envolviendo en una pared de humo. Las siluetas de los sacerdotes shinto emergen, misteriosas detrás de las llamas de la hoguera. El sonido del cuerno penetra los oídos. Poco a poco el templo, los fieles, los sacerdotes desaparecen por completo devorados por el blanco telón de humo que impide respirar y nubla la vista. Los cantos prosiguen. El humo se está disipando y los tímidos rayos del pálido sol otoñal alumbran el lugar. Las llamas van creciendo, los sacerdotes empiezan a lanzar los gomaki, tabletas de madera con las oraciones de los fieles acumuladas durante todo el año. Entre las llamas, el fuego transmite su poder a los deseos escritos en los gomaki para que se cumplan lo más pronto posible. Los reunidos alrededor de la hoguera están rezando, hipnotizados por el calor y el movimiento de las llamas. El templo de Koryu acaba de presenciar o hitaki o matsuri, un acto purificador donde el pasado deja de existir dejando el camino a las esperanzas del mejor futuro para cualquiera.

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

Konryu ji, ohitaki omatsuri, Kyoto

2007-11-18

Fushimi Inari Taisha

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El templo de los toris (puertas de los templos sintoistas) es uno mis lugares favoritos en Kioto y una visita obligada para cualquiera. Un poco alejado del centro de la cuidad, escondido en una colina entre los bosques y los altos bambúes, es una agradable excursión de medio día, sobre todo en bici.

La entrada del santuario está vigilada por unas enormes esculturas de piedra de los zorros –símbolos de la misteriosa diosa Inari, que a medida que la fuerza de la agricultura se iba perdiendo, se convirtió en la patrona y la garante de una buena cosecha-.

Fushimi Inari fue construido en el siglo VIII en honor a los dioses del arroz y el sake y es uno de los más venerados en Japón. Se estima que existen unos 30.000 mil templos de Inari, esparcidos por todo el país.

El santuario, que incluye cinco santuarios, se extiende por la cuesta del Monte Inari y alberga cuatro kilómetros de camino de toris rojos que serpentean por la ladera del monte, desvelando unos pequeños santuarios esparcidos al azar por el camino, siempre bajo la alerta mirada de los numerosos zorros de piedra. Este animal es considerado el mensajero de la diosa de los cereales, Inari, y es un ser un tanto misterioso y sagrado dentro de la cultura japonesa. La llave que guarda en su boca es supuestamente la del granero de arroz.

Mi momento favorito para visitar el templo es al atardecer, cuando el sol poniente hace brillar el rojo lacado de los toris, los faroles se van encendiendo iluminando los túneles de toris y envolviéndolos en una luz rojiza que da la increíble sensación de viajar a algún sitio irreal, escondido bajo la realidad.

El día 8 de noviembre se celebra en Fushimi, la fiesta de fuego, donde enormes hogueras en forma de altares atraen a los seguidores del shinto. Por desgracia, el pequeño hipoctopus no pedaleó lo suficientemente rápido y llegó cuando ya no había ni una llama del tamaño de una cerilla. Aún así, esperó pacientemente hasta el atardecer para escuchar los cantos de los monjes acompañados de flautas y varios instrumentos tradicionales cuyos nombres, por supuesto, desconoce. Fue un espectáculo maravilloso, muy evocador y tranquilo, perfecto para sumergirse en la meditación o simplemente olvidar el mundo alrededor.

Fushimi Inari Taisha Shrine, Kyoto

Fushimi Inari Taisha Shrine, Kyoto

Fushimi Inari Taisha, Kyoto, Japan

Fushimi Inari Taisha, Kyoto, Japan

Fushimi Inari Taisha Shrine, Kyoto

bamboo grove, Fushimi Inari, Kyoto

Fushimi Inari Taisha Shrine, Kyoto

Fushimi Inari Taisha, Kyoto

Fushimi Inari Taisha, Kyoto

Fushimi Inari Taisha, Kyoto

Una casa en Muromachi -cómo buscar un techo en Japón

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Hoy es un día precioso en Kioto. Estoy sentada en la “terraza” de mi casa japonesa junto a la plantación de pimientos rojos, menta y perejil de mi compañero de piso Nick, el Zapatero australiano (¿será que se ha puesto nostálgico de su tierra natal el pobre, siendo la plantación el fruto de tanta nostalgia?), escuchando canciones tradicionales japonesas. Sólo me falta un vasito de sake para completar este cuadro de felicidad perfecta. Estoy rodeada de otras casas de madera, muy antiguas, y todo ello en el centro de Kioto, un ciudad un tanto moderna pero que guarda perfectamente su encanto de épocas pasadas. Seguramente, algunos de vosotroso os preguntaréis dónde vive la loca en Japón; así, hoy he decidido escribir un poco sobre mi casa.

Antes que nada, quería comentar que no es difícil encontrar un piso compartido en Kioto. La mejor opción es visitar Kyoto Internacional Centre y echar un vistazo al tablero de anuncios o adquirir, también allí, Kansai Flea Market, un boletín con muchos anuncios sobre alquiler, trabajo, intercambio lingüístico y cultural, compra de artefactos varios y finalmente, cómo no, los corazones solitarios pueden encontrar aquí su media naranja. Por cierto, el pequeño hipoctopus tan sólo encontró una casa perfecta por allí, ya que no estaba buscando nada más :-)

Así que mi casa nippona es de madera, de dos pisos, está en el centro de la ciudad, muy cerca del Palacio Imperial, y es muy pero que muy antigua y totalmente japonesa. Los suelos de las habitaciones, cinco en total, están cubiertos de tatami, de modo que hay que quitarse los zapatos antes de entrar, como es costumbre en Japón en cualquier casa, tenga tatami o no. La pequeña escalera que parece ser destinada más para los hábiles ninjas que para los mortales tan comunes como el pequeño hipoctopus, lleva hasta la planta de arriba crujiendo al menor tacto y siendo capaz de despertar a un muerto por la noche... Es un verdadero milagro que todavía no se haya derrumbado por la edad o que no haya sido derrumbada en un ataque de ira de los que viven cerca de ella (véase, el pequeño hipoctopus).

En cuanto a la ducha, hmm... ¡sí que es una verdadera aventura! Está en una parte adyacente, casi al aire libre y, según me han contado, en invierno suele entrar la nieve... Brrrrrrr!!! Espero no experimentarlo en persona!!!

En una palabra, la casa me encanta, tiene alma y un encanto excepcional. A pesar de todos los pequeños inconvenientes, es un lugar perfecto para mí.

Mi casa en Kioto, la mini plantación, el orgullo de Nick, el Zapatero australiano

La mini-plantación de pimientos, el orgullo de Nick, el Zapatero australiano

Mi casa en Kioto, la cocina

La cocina

Mi casa en Kioto, la sala con la famosa escalera

El salón y la famosa escalera

Mi casa en Kioto, vistas desde la terraza

Vistas desde la terraza

Kaiseki -arte culinario digno de los dioses con precios celestiales

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Hablando de comida japonesa otra vez, el pequeño hipoctopus recordó una comida digna de los dioses. Fue en Arashiyama, un pintoresco barrio de Kioto junto al río Katsura, donde la comida se convirtió en arte y marcó al pequeño hipoctopus para siempre... Su nombre es kaiseki, una forma muy especial de presentar los platos, donde a parte del excelente sabor, se aprecia sobre todo la presentación, que varía según las estaciones del año. Los precios de kaiseki pueden llegar a 500 dólares por una cena. Sí, sí, no me equivoco, ¡¡¡500 dólares!!! La comida que probé yo era muuucho más barata, pero aún así me quedé boquiabierta ante la belleza de lo que acababan de servirme. Tardé un buen rato en atreverme a destrozar el perfecto paisaje otoñal de mi plato.

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Sopa con el motivo otoñal de momiji

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

Oushyuku zen, Arashiyama, Kyoto, Japan

La amable dueña del excelente restaurante Oushyuku zen, Arashiyama, Kioto

Kaiten sushi – cómo comer barato en Japón

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Los bares de sushi donde los pequeños platitos circulan sobre una cinta son, sin duda, un paraíso para el pequeño hipoctopus y los aficionados del pescado crudo, con tantas delicias en un espacio tan reducido... Su funcionamiento es genial en su simplicidad. Los platos de distintos colores, y por tanto de distintos precios, circulan de mesa en mesa. En cada mesa hay un menú especial para pedir aparte (al dar al timbre viene una camarera), normalmente sopas o postres; y un tarro con té verde en polvo que uno se puede servir según su gusto con agua caliente. Cada plato de sushi vale más o menos 105 yenes (menos de un euro), lo cual contradice a cualquiera que diga que comer en Japón es caro. Si venís a Japón, no os lo podéis perder. ¡Es un verdadero chollo! Itadakimasu!!!!

sushi bar, Osaka,

sushi bar, Osaka,

sushi bar, Osaka,

ocha, Osaka,

O-cha (té verde)

maguro (bonito) gunkan sushi, Osaka,

Sushi de maguro (bonito)

anago (anguila del mar) sushi, Osaka,

Sushi de anago (ánguila de mar)

sushi bar, Osaka,

Hipoctopus y Naki

Desayuno a la japonesa: umeboshi, natto y huevo crudo.

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Poco después de llegar a Tokio, el pequeño hipoctopus tuvo la oportunidad de experimentar algo un tanto curioso: el desayuno a la japonesa. Básicamente se podría decir que la única cosa que los japoneses y otras naciones suelen desayunar en igual medida, es el café. Pasmado, el pequeño hipoctopus estaba mirando cómo la mesa se llenaba de comidas extrañas, de consistencias sorprendentes. Los japoneses suelen desayunar mucho, sobre todo arroz cocido, pero el verdadero protagonista es natto -pasta de soja fermentada, mezclada con huevo crudo. Hay varios tipos de natto, y habitualmente es uno de los alimentos japoneses que la mayoría de los no-japoneses no son capaces ni de probar. ¿Por qué? Indudablemente por el olor, aunque hay muchísimas variedades y la verdad es que tampoco huele tan mal, así que el pequeño hipoctopus, cómo no, ¡decidió hacer un esfuerzo heroico y probarlo! Y... Oishiikatta! No entiendo por qué natto tiene toda esta fama de repelente entre los gaijin. ¡No estaba tan mal! Peor el huevo crudo, pero lo que de verdad me encantó fue umeboshi, una especie de ciruela muy ácida, normalmente también odiada para la mayoría de los visitantes en Japón. Una curiosidad sobre umeboshi: cuando les comento a los japoneses que es una de mis comidas favoritas, a parte de la sorpresa, todos exclaman invariablemente: “¡Pero es muy bueno para la salud!”. Todavía no he averiguado por qué...

La familia Kikuhara - natto con huevo crudo, un desayuno típico japonés, typowe japonskie sniadane

La familia Kikuhara - natto