Momiji, en la eterna buśqueda de la perfección.

El otoño en Kioto trae consigo un fenómeno que se ha convertido en uno de los principales símbolos del Japón otoñal: momiji –las hojas rojas del arce que dan un aire mágico a los antiguos templos de la ciudad y tiñen los bosques y los montes en una fiesta de colores de una belleza absoluta y perfecta-. ¿Será la razón por la cual los japoneses parten en multitudes en la peregrinación del culto de momiji? Equipados de cámaras, móviles u otros artefactos para eternizar el éxtasis visual, no hoy nadie quien resista, pasmado, la exclamación: kirei!!! (“qué bello!”). Preso de la locura colectiva, el pequeño hipoctopus tampoco pudo resistir el encanto de los momiji y decidió visitar los montes alrededor de Kioto, donde están escondidos los pintorescos pueblos de Ohara y Kurama. Así llegó a Ohara, un pequeño pueblo al nordeste de la ciudad.

Uno de los templos más famosos de Ohara (a unos 10 km desde Marutamachi y Kawabata dori, en autobús), Sanzen-in es un remanso de paz y la sabiduría zen conjurada en un antiguo pabellón de madera, un jardín zen manchado de estanques llenos de carpas, y un parque, todo ello salpicado de las manchas rojas de los arces. Sanzen-in es uno de los cinco templos que constituyen Tendai Monzeki. Monzeki son unos templos muy especiales en lo cuales, en los tiempos de antaño, el abad o el cura principal fue miembro de la familia imperial. Sanzen-in cobijó a 32 abades reales a lo largo de su larga tradición.

Además de deleitar la vista con el magnífico entorno del conjunto del santuario, el templo ofrece la única oportunidad de intentar abarcar un futuro mejor: el copiado de sutras –las palabras de Buda, letra por letra-. Dado que las sutras expresan la dimensión de buenas acciones, se cree que al copiar tan sólo una letra, tus deseos se volverán realidad.


Una fuente para la purificación ritual de las manos y la boca antes de acceder al templo


Sanzen-in


Sanzen-in




Momiji


Bosques alrededor del santuario


La pelegrinación